El hombrecito vestido de gris reúne la colección de ocho cuentos breves cuya temática fantástica rebasa los límites de la realidad para transmitir un mensaje que atañe por igual tanto a los niños como a los mayores. Los relatos dispuestos en la obra de Fernando Alonso comparten criterios comunes y repiten una serie de temas recurrentes con los que el adulto se siente identificado a pesar de ser tratados desde la ingeniosa perspectiva infantil, puesto que los problemas que trascienden acaban prologándose a todas las edades. Sin embargo, en estas sencillas historias siempre cabe una salida al optimismo, pues ante la manifestación de una preocupación, el conflicto termina solucionándose con un desenlace feliz.
Los personajes que aparecen en la trama frecuentemente se encuentran oprimidos por una serie de injusticias sociales y desigualdades odiosas que les niega la libertad de actuar con autonomía y voluntad. Derrocar el autoritarismo que les impide realizarse como personas es precisamente el sueño que logran alcanzar, un deseo que se materializa durante la Transición y que, al fin y al cabo, destrona al despotismo que les aflige y les martiriza. Sobre el molde de la esperanza, cada uno de los protagonistas construye una ilusión inquebrantable que ni tan siquiera el Guardián de la torre o cualquier otro enemigo infame es capaz de derribar. Como si se tratara de un juego que elude la censura, los símbolos esparcidos sobre estos episodios pretenden manifestar sin tapujos y con total franqueza un mensaje cargado de confianza, en oposición a la mencionada intolerancia vivida a lo largo de los años en el país.
Los cuentos de El hombrecito vestido de gris se consolidan como una obra unitaria, es decir, a pesar de las ligeras diferencias que existen entre ellos, lo cierto es que las ocho historias conforman un mosaico en el que es posible comprobar el adverso panorama de una sociedad que tuvo que soportar las crueles secuelas y penurias de una lamentable contienda, aunque dicho mensaje de protesta se muestre implícito y requiera un esfuerzo de interpretación por parte del lector para comprenderlo en su totalidad. Es aquí cuando bajo el aparente aspecto inofensivo del argumento, posiblemente por su cándido retrato, se vislumbra una crítica implícita que reprocha la tiranía y cualquier atisbo de imposición.
De todos modos, no cabe duda de que el joven inexperto acabará ofreciendo una lectura superficial del relato, enfocado simplemente a la aventura y en su resolución, pero un lector mucho más maduro y con mayor conocimiento del mundo podrá desvelar y desentrañar los entresijos que realmente desea reflejar Fernando Alonso. La perspectiva infantil (o ingenua, dependiendo de la lente con la que se mira) con la que se trata la obra no impide que el receptor del texto lleve a cabo una reflexión y aprenda una serie de valores éticos y morales fundamentales en la sociedad actual, como por ejemplo la convivencia, la solidaridad, el trabajo en grupo o la humildad.
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