sábado, 24 de abril de 2010

Homenaje al libro

Queridos filólogos:
Debemos rendir un homenaje al libro, nuestro gran aliado. Por ello, me ha parecido interesante que entre todos introduzcamos canciones, poemas u obras artísticas que ensalcen el gran poder de la literatura. Esperamos vuestras aportaciones al blog.


  El libro es fuerza, es valor,
  es poder, es alimento;
  antorcha del pensamiento
  y manantial del amor.
  (Rubén Darío)          
                   

10 comentarios:

Unknown dijo...

¡Precioso poema, qué gran homenaje! Va a ser difícil encontrar algo tan bello. Iré un poquito atrás en el tiempo para hacer un homenaje a la poesía y al amor, fuente de toda inspiración.

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul.

¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.

-Gustavo Adolfo Bécquer-

Alejandra dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alejandra dijo...

¡cuántos poemas bellos! Podríamos estar cien años escribiendo en este blog y nunca acabaríamos con esta entrada... El poema que yo he elegido es un clásico y, desde mi humile opinión, es uno de los más intensos y bonitos de le lírica española.

-Amor constante más allá de la muerte-

Cerrar podrán mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en doble ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a la ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

- Francisco de Quevedo-

José Rovira Collado dijo...

Bueno, creía que no iba a tener tiempo para citarlo, pero despúes de don Francisco, hay siempre que seguir a Miguel:

No salieron jamás
del vergel del abrazo.
Y ante el rojo rosal
de los besos rodaron.

Huracanes quisieron
con rencor separarlos.
Y las hachas tajantes
y los rígidos rayos.

Aumentaron la tierra
de las pálidas manos.
Precipicios midieron,
por el viento impulsados
entre bocas deshechas.

Recorrieron naufragios,
cada vez más profundos
en sus cuerpos, sus brazos.
Perseguidos, hundidos
por un gran desamparo
de recuerdos y lunas,
de noviembres y marzos,
aventados se vieron
como polvo liviano:
aventados se vieron,
pero siempre abrazados.

Josema dijo...

En estas líneas homenajeo a otro escritor peruano, César Vallejo. La expresión poética más excelsa siempre surge en un estado de abatimiento:

-Espergesia-

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico... y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de ferétro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.

Todos saben... Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.

Bea dijo...

Siguiendo a Bécquer, este poema que os pongo a continuación es precioso, pues relaciona el amor con el libro, exaltándose así los sentimientos:

Si de nuestros agravios en un libro
Se escribiese la historia,
Y se borrase en nuestras almas cuanto
Se borrase en sus hojas;
Te quiero tanto aún, dejó en mi pecho
Tu amor huellas tan hondas,
Que sólo con que tú borrases una,
¡ Las borraba yo todas!


25 de abril de 2010.

Alejandra dijo...

José, respecto al "Vals de los enamorados" he de decirte que en mi último día de clase en el instituto comparé con los chavales de 1º de Bach ese poema y el de "Amor constante..." Y la verdad es que no pensé que fuera a funcionar tan bien. Creo que l@s alumn@s disfrutaron con esta actividad y, además, fueron ellos los que sacaron casi todas las claves. Además, pude tener una excusa para hablarles de Hernández.
Bueno, ya que estoy voy a poner otro poemilla que me tiene loca:

"Canción de otoño en primavera"

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro
¡ya te vas para no volver...!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...

La otra fue más sensitiva,
y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y le mató, triste y pequeño
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón

poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad:

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!...
Cuando quiero llorar, no lloro,
¡y a veces lloro sin querer!

¡Y las demás!, en tantos climas,
en tantas tierras, siempre son,
si no pretexto de mis rimas,
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!...
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!

-Rubén Darío-

Pedro dijo...

Una aportación que acerca, aunque sea un poquito, la palabra de Oriente a Occidente de la mano de Mahmud Darwix, poeta palestino. Fragmento de la traducción del poema: EL VIAJERO LE DIJO AL VIAJERO: NO VOLVEREMOS COMO...
(1995)

No conozco el desierto,
pero en sus márgenes broté como palabra...
La palabra fue, y en mí se cumplió,
como en una mujer repudiada o en su roto marido,
y no aprendí sino el ritmo:
lo escucho,
lo sigo,
lo levanto triunfante
de camino hacia el cielo,
el cielo de mi canción:
soy hijo de la llanura siria,
en ella vivo aunque viaje o me acomode
entre gente de mar;
por Oriente el espejismo me ata
a los antiguos beduinos,
por mí abrevan los más bellos corceles,
le tomo el pulso al alfabeto en el eco,
y como una ventana, miro a dos latitudes...
olvido quién soy para ser
todos en uno, coetáneo
de los cantos de los marineros extranjeros bajo mi ventana
y de la carta de los combatientes a los suyos:
no volveremos como nos fuimos,
no... por nada en el mundo.

Saludos

Juan Manuel dijo...

Mi aportación es la que leí en clase de Antonio Machado:
A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Unknown dijo...

Gracias a todos por vuestras aportaciones. ¡Viva la poesía!