miércoles, 10 de marzo de 2010

Presentación del otro yo de Noemí

PERCEPCIÓN REAL
Cuando describa a Noemí, me dejaré llevar por una impresión intrínseca particular, por el reflejo subjetivo de mi propia perspectiva y por la ineludible distorsión personal que llevan a término mis sentidos y mi intuición, pues no cabe duda de que la objetividad, aquella que dicen imparcial, neutral y cercana a la realidad, se resbala de mis manos y se escapa del alcance humano.

A simple vista, y vista mi imprecisión a la hora de detallar, diría que su blanquecina tez – ideal renacentista de princesas y damas inmaculadas - se complementa con la grácil cabellera rubia que rodea su cuello. De sus ojos claros, - pero no serenos - se emana transparencia y sinceridad; y su semblante rebosa alegría por doquier. Representa una explosión de júbilo cuya onda expansiva se contagia por todos los rincones donde va – incluso en las aflictivas y tormentosas horas de Mas (ehh) -. Del mismo modo que un teletubbie cuando juega al escondite con sus colegas, anima a sus compañeros disruptivos y transversales a disfrutar y a participar de cada momento. En resumen, buenas vibraciones y energía positiva. Si creara una cuenta de Facebook, en mi pecera serías sirena... en mi granjita un gatito doméstico cercano al fuego de la chimenea, pues, como he podido comprobar en las congeladas clases semanales, a Noemí siempre le acompaña su mantita de colores.
En definitiva, resulta ser una muchacha tierna, igual de dulce que una palmera de chocolate. Le encantan las chuches, como a cualquier golosa joven de su edad. Además es una apasionada de la música; toca el saxofón en sus ratos libres (aunque yo todavía no haya escuchado una nota). Poco más puedo decir de esta entrañable compañera, tan sólo pedirte un favor: note henfades con migo sí kometo aljuna farta de hortografia o me se olbida una tílde. :)

LA OTRA CARA DE NOEMÍ
Sin embargo, siempre tenemos en el fondo un alter ego surrealista, una apariencia camuflada que no sacamos a la luz y que la guardamos con llave y cerrojo en nuestro interior. Lo que nadie sabe sobre esta chica coquetuela y presumida es que durante su viaje a La Habana conoció fornidos mulatos que la llevaron a quedarse durante mucho tiempo en la isla centroamericana para escribir una tesis doctoral sobre la atracción irrefrenable que producen los hombres caribeños en las mujeres españolas. Sin embargo, la experiencia se truncó cuando convivió con Adán, un cubano adicto a las manzanas. El estreñimiento crónico que sufría, fruto de la fruta prohibida, le llevó a ingresar en un centro de desintoxicación alimentaria. Pese a los muchos intentos por rehabilitarse, el cubano seguía recayendo en su obsesión por comer manzanas. Aún así, la muchacha llegó a comprender su problema obsesivo y se mantuvo a su lado; pero tras su salida del hospital, nada volvió a ser lo mismo. Los acontecimientos cambiaron: Noemí se vio afectada por una reacción alérgica a las manzanas que le apartó definitivamente de sus brazos. La joven, desgraciadamente, nunca pudo superar la pérdida de Adán. Sufrió un trauma que la martirizó por siempre y del cual nunca supo recuperarse. Su psicoanalista, al comprobar su afligido estado, le aconsejó que buscara algún oficio que la tuviera ocupada y entretenida. Es por este motivo que dedicó gran parte de su vida a la cría de jirafas cojas en Hospitalet del Llobregat. Allí descubrió su afición por coleccionar chapas de refresco, hasta que descubrió la atractiva oportunidad que ofertaba la universidad de Alicante sobre un Máster de Educación Secundaria. Al final, Noemí regresó a la ciudad que le vio nacer, y en estos momentos comparte penas y alegrías junto al resto de compañeros.

0 comentarios: