El día que escribí la entrada sobre las herramientas de internet, comentaba que, aunque empleara con asiduidad el práctico y rentable correo electrónico (eso nadie lo pone en duda: instantáneo, efectivo, multidireccional) nunca desaprovechaba un momento para escribir cartas personales a los amigos y familiares más queridos. No es necesaria una fecha marcada en el calendario; los receptores ya me conocen, y de sobra saben que no soy un prolijo productor; pero si surge la oportunidad y si el tiempo lo cree oportuno, extraigo unas horas de mi vida para dedicárselas por entero a la ocupación creativa de componer, siempre teniendo presente la figura mental del destinatario, así como su personalidad, su carácter y el lazo que nos une, pues entre él y yo existe una complicidad recíproca ataviada con los años.
Séneca en su día se inventó un interlocutor ficticio que servía de pretexto para desarrollar sus teorías filosóficas, pero jamás esta comunicación artificial, fruto de la inspiración del escritor cordobés, transmitió esa cercanía y complicidad que se reproduce en las epístolas más íntimas y sinceras, esas que ahondan en lo más profundo, que nos emocionan cuando nos tocan la fibra sensible, nos cautivan cuando nos explican con detalle las circunstancias que envuelven a los remitentes, nos entristecen en el momento que nos rechazan o no nos son devueltas, nos sacan una sonrisa ante una anécdota aparentemente inofensiva... Miles de sensaciones e impresiones que sólo se perciben en el papel a través de una letra irregular (a veces ininteligible) y una mancha de tinta desafortunada en la superficie de la hoja.
Os dejo con un enlace a un artículo de Maruja Torres publicado en El País Semanal. Creo que no tiene desperdicio y reconozco que ha dado pie al origen de este tema. Aquellas lágrimas
Cambiamos de blog
Hace 14 años
1 comentarios:
¡Qué buena es la Maruja! ¡Y qué grande eres con tus TICs! Jorge
Publicar un comentario